La
Psicología de la Gestalt es una corriente de pensamiento que surgió
en Alemania a principios del siglo XX. Pugnó con otras (p.e.,
Estructuralismos, Funcionalismos, Psicoanálisis, Factorialismos,
Conductismos, Psicologías Dinámicas…) por convertirse en la
corriente dominante en la Psicología moderna. Vivió su época de
esplendor en la década de 1920, hasta la llegada al poder del
nacionalsocialismo. Los importantes cambios ideológicos, sociales y
políticos que vivió Alemania a partir de 1930 llevarían a sus
proponentes a EE.UU., donde se diluiría. La palabra Gestalt, un
neologismo cuanto menos en nuestra disciplina y otras afines, se
podría traducir como forma o figura, también como conformación o
configuración. Gestalten se utiliza como plural de la palabra
Gestalt; no obstante, es un verbo, bien transitivo (que significa
formar, dar forma, cuerpo o hechura a, estructurar, configurar,
organizar...), bien reflexivo (formarse, tomar o cambiar de forma,
aspecto, cuerpo o hechura, estructurarse, configurarse,
organizarse…). Para no complicar en exceso las cosas se podría
decir que Gestalt es: 1) la forma o figura de una cosa, 2) el modo en
que está conformada o configurada en el sentido de colocación o
distribución de sus partes, y 3) la estructura o apariencia
resultante de dicha conformación. En cualquier caso,
independientemente del uso que las palabras puedan tener hoy en el
lenguaje cotidiano, no debiéramos olvidar que el concepto de Gestalt
se aplica como nueva categoría psicológica por filósofos y
psicólogos germanoparlantes desde finales del siglo XIX. Centrado
originalmente en epistemología y cuestiones básicas –percepción,
aprendizaje, motivación, pensamiento...–, transcendió sus
temáticas originales, llegando a desarrollar sus principios e
hipótesis en ámbitos aplicados de la Psicología –escolar,
social, organizacional (Ash, 1982, 1987, 1992, 1995).
LEYES DE LA PERCEPCIÓN
Las
"Leyes de la percepción" o "Leyes de la Gestalt"
fueron enunciadas por los psicólogos de la Gestalt (Max Wertheimer,
Wolfgang Köhler y Kurt Koffka en Alemania a principios del siglo XX)
quienes, en un laboratorio de psicología experimental, demostraron
que el cerebro humano organiza los elementos percibidos en forma de
configuraciones (gestalts) o totalidades; lo hace de la mejor forma
posible recurriendo a ciertos principios. Lo percibido deja entonces
de ser un conjunto de manchas o de sonidos inconexos para tornarse un
todo coherente: es decir: objetos, personas, escenas, palabras,
oraciones, etc. El cerebro transforma lo percibido en algo nuevo,
algo creado a partir de los elementos que percibe para hacerlo
coherente aun pagando a veces el precio de la inexactitud. Así, las
tareas del cerebro consisten en localizar contornos y separar objetos
(figura y fondo) unir o agrupar elementos (similaridad, continuidad,
destino común) en comparar características de uno con otro
(contraste - similaridad) en destacar lo importante de lo accesorio
(figura y fondo) en rellenar huecos en la imagen percibida para que
sea íntegra y coherente (Ley de cierre). Algunas percepciones se
“resisten” a las leyes, por ejemplo el humo, la bruma, la
oscuridad, etc. No hay bordes, no hay aristas no hay figura y fondo,
no hay contraste por lo tanto estos estímulos no pueden organizarse
como configuraciones familiares más o menos estables. Esto provoca
sensación de malestar, temor, o rechazo. Al no poder identificarlo
no sabemos si lo percibido representa o no una amenaza. Estas leyes,
hoy, son usadas por diversas disciplinas en ámbitos variados como la
comunicación, el diseño gráfico, la arquitectura, la sociología,
la psicología social, la ecología, el marketing y otras. La, en su
momento cuestionada, frase de W. Kohler “El todo es más que la
suma de las partes” sintetiza lo sostenido por los
experimentalistas acerca de que percibimos totalidades y que cada
parte pierde el valor que tiene en el contexto y posiblemente sus
cualidades al ser retirada del mismo. Como un rompecabezas sólo
podemos ver la imagen cuando las piezas están correctamente
ensambladas o las agujas de un reloj, por ejemplo, perderían sus
atributos y su sentido de ser si son retiradas del mismo.
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